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#Pildorines 9: Dejar cabos sueltos

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POST Nº 700

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Adoro los cabos sueltos. Encontrarse todo resuelto incita a la pasividad y la obediencia. Dejar espacios indefinidos, que inducen intencionalmente a la ambigüedad, invita a que los colectivos piensen por sí mismos y tomen el control. Pero, claro, crear orden viable en hábitats ambiguos lleva trabajo. Se necesitan personas con incentivos suficientes ―negativos y positivos― para querer esforzarse en generar estructura convivial, algo que exige poner de acuerdo a todas las partes. La dificultad de conseguirlo y nuestra tentación de tomar atajos explica la triste costumbre de esperar todo pautado, sin espacio para la exploración. Esto lo explica muy bien Richard Sennett con un ejemplo. Refiriéndose a la zona de recreo del parque Buskenblaserstraat (Van Eyck, en Holanda – ver imagen arriba), que se construyó a partir de un espacio vacío de una esquina con tráfico ininterrumpido, dice: «La ausencia de una clara definición física constituía un reto; había bordes, pero no separaciones nítidas; la exploración de esta condición tenía la finalidad de estimular el deseo de investigar […] El arquitecto diseñó un parque que empleaba los elementos más simples y claros que invitaran a sus jóvenes usuarios a desarrollar la habilidad de anticipar el peligro y manejarlo; no buscaba protegerlos mediante el aislamiento […] Proyectos que cumplían concretamente el objetivo de crear un borde vital, una membrana porosa. Y los niños que aprendieron a llevarse bien con la ambigüedad inherente a los diseños de sus parques terminaron creando reglas de comportamiento para sí mismos […] El trabajo de improvisar un orden en la calle une la gente a su comunidad, mientras que los proyectos de “renovación”, que tal vez proporcionen una calle más limpia, casas bonitas y grandes tiendas, no ofrecen a los habitantes ninguna manera de marcar su presencia en el espacio». Hoy, ya sabemos, el diseño institucional no va por ahí, es terriblemente paternalista. Se judicializa todo, con un exceso de normas que nos vuelven más pasivos. Mientras tanto, yo intento escapar de esa tendencia dejando siempre «cabos sueltos» en los prototipos que diseño con/para los clientes. A veces cuesta que lo entiendan pero pronto aprenden que trabajar con una dosis inteligente de espacios indefinidos genera armonía, implicación, y un orden interno más sostenible.

Bonus Track

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Una caricatura de un periódico regional exponía la situación siguiente: el ex Presidente Aznar, en su empeño por justificar la participación española en la operación de Irak, le reclamaba a Miguel Ángel Rodríguez «hay que ponerse las pilas, me preocupa que no sepamos explicar lo que hacemos». El antiguo Secretario de Estado, en un ataque de falsa ingenuidad, le insinuó: «Señor presidente, ¿y no será que hacemos cosas inexplicables?». Este ejemplo encierra un hecho soberanamente ignorado: a menudo lo que parece un problema de comunicación (o de distribución del mensaje), es en realidad un problema de contenido, de que se toman decisiones o se siguen políticas que son indefendibles. Las cuentes como las cuentes. Y si esto te ha pasado, ya sabes lo que tienes que hacer: ¡¡deja de echarle la culpa a la comunicación!!

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Esto se lo leí a Eugenio Moliní, y me gustó. En su posteo explicaba por qué, para él, Greta Thunberg es un modelo a seguir como «agente del cambio». Estos son los comportamientos de la activista que Moliní destacaba: (1) toma la iniciativa sin esperar a ver si alguien más se une, (2) habla lo mismo a los de arriba como a los de abajo, (3) actúa con pasión y compasión, (4) conoce bien el tema: hechos y ciencia, (5) a pesar de su renuencia a tomar el liderazgo, ocupa el lugar que se le ha dado. Esta, me parece, es una definición muy pertinente de los atributos de un liderazgo saludable.

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Qué paradoja. Hay gente que se muestra más dispuesta a cambiar el mundo, y a los demás, que a su propia vida o al entorno inmediato en el que viven. Quizás por eso Antonio Lafuente utiliza esta consigna en uno de sus talleres: «¿Cómo tenemos que cambiar nosotros para que algo cambie?». Es por ahí donde empieza casi todo…

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0. ¡¡Y llegan los pildorines!!

1. Las rutinas pueden ser bellas

2. El fastidio emocional de hacer el equipaje

3. ¿Desordenar la identidad?

4. «Factor de descuento» 

5. El Troyano de Pessoa 

6. ¿Un teclado con impresora incorporada?

7. Impulsos naturales y meritocracia

8. Somos las palabras que pensamos

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